Las propuestas escultóricas desarrolladas por Oteiza en la segunda mitad del siglo XX, profundizan en el estudio del vacío y el espacio.
En esta etapa la sombra va a formar parte de su obra convirtiéndose en un material no tangible pero totalmente definitorio de sus vacíos y espacios, el cual nos ayuda a entender y a situarnos frente a la obra, definiéndonos la realidad, incluso a relacionar aspectos como la parte de espiritualidad en muchas de sus obras.
Oteiza se ve influenciado por filosofía oriental, en donde se considera a las sombras como parte de su cultura, así como las influencias de la religión católica por medio del misticismo de San Juan de la Cruz y su oscuridad del alma.
Para comprender el valor e influencias de las sombras en la obra de Oteiza, es necesario comprender su obra escultórica en su intento de romper con las convenciones a través de conceptos metafísicos del espacio relacionados con experiencias vividas.
Convirtió su trabajo en un experimento en el que el espacio estaba vacío y hubo un cambio de enfoque que le permitió superar las limitaciones de la escultura plástica conocidas en ese momento.
Para Oteiza, el agujero de la escultura corresponde espiritualmente a una representación de un trágico intento de abordar la supremacía de la mente sobre la materia y el cuerpo.
A partir de figuras geométricas, propone un diálogo entre la materia y el vacío, a través del tratamiento de la luz y la sombra, equiparando plástica y vida.
Su enfoque gira en torno a la relación entre el interior y el exterior, descubriendo el vacío a través del desplazamiento y articulando un nuevo vocabulario centrado en el estudio de la racionalidad geométrica, llevándolo hacia un vacío escultórico y a la liberación energética donde el espíritu se “desoculta”
Texto original de Jesús del Peso
