Zoom’Art Magazine

“Une nouvelle approche de l’Art”

Magazine Digital

Según el filósofo Immanuel Kant, considerado precursor del pensamiento estético, solo  podrá ser una obra de arte aquello que sea moral: lo bueno es bello. A partir de aquí, miraremos desde dos puntos la propia ética de la obra de arte: 

Si lo miramos desde un punto interpretativo, desde el punto iconográfico y temático de la obra,  abundan las obras con temas como la promiscuidad, los temas profanos, los violentos… que a lo  largo de la historia del arte (en una mayoría) no fueron prohibidos y muchos de ellos hoy son  aclamados. Ejemplo serían El rapto de las hijas de Leucipo, de Rubens, o Susana y los viejos, de  Artemisia Gentileschi. 

Damien Hirst
Jeff Koons

Si lo observamos desde un punto de vista técnico y de forma de creación de la obra,  encontramos un gran número de obras (en su mayoría contemporáneas) que utilizan formatos  que son totalmente inmorales (llevados al extremo) en las sociedades actuales. Ejemplo de ello  serían las obras de Damien Hirst como In and Out of Love

Está claro que la temática de una obra puede afectar en la sensibilidad del observador, sin  embargo, las interpretaciones pueden variar del intento del artista de mostrar la atrocidad del  tema y de sensibilizar al espectador hasta plasmar un simple fragmento o tema mitológico. Lo  que está claro es que se queda en una mera representación. Cuando la moral reside en la forma,  en el soporte, hablamos de una cuestión real, que conlleva a la formulación de una pregunta:  ¿el fin justifica los medios? Cuestión a la que, para una ‘sociedad racional’ como la nuestra,  prosigue una negativa. Por ello, pese a que una obra sea estéticamente bella en una primera  impresión, la forma en la que está se ha llevado a cabo puede distorsionar nuestra percepción  hacia esta (puede provocar rechazo, o incluso, repulsión). 

Dicho esto, habríamos de coincidir con Kant, pero realizando unos matices: La belleza reside en  los límites de la ética, sosteniendo que aquello inmoral no puede ser bello, lo que no quiere  decir que todo lo bueno sea bello. 

También podríamos ahondar en la necesidad de la vanguardia: la innovación. Los artistas  y la sociedad han asociado el papel vanguardista a la mera innovación, a realizar algo nuevo. Es  cierto que esto es clave en el arte contemporáneo y actual, pero a veces el intento del artista es  su propia recreación verbal y aburguesando el arte; esto choca con las ideas vanguardistas de  romper la concepción del arte como medio de las clases altas y entendidas, aislando a un sector  de la población que hoy en día sigue sin entender a muchos artistas. Volviendo a D. Hirst, esta  innovación en su técnica esrechazada por muchos, así como algunas obras no se entienden más  que por su estética (idea banal que muchas de las vanguardias han intentado derrocar). 

Damien Hirst
Jeff Koons

Una de las ideas que más intentan plasmar los artistas contemporáneos es la vida. Como  Zygmunt Bauman sostiene en su obra Arte, ¿líquido?, al artista le fascina la idea de poder  plasmar lo vivo: mientras artistas como Alexander Calder intentan dar vida a la materia muerta,  otros como Damien Hirst optan por captar la vida a través de la muerte, como ejemplifica su  obra La imposibilidad física de la muerte en la mente de algo vivo. Sin embargo, esta práctica  choca, como ya hemos visto, con la ética (necesidad de destruir vida para crear arte).

Esto es visto por distintos pensadores y personajes, como el psicólogo Otto Rank, como un  intento de inmortalidad del propio artista, que aun siendo un rasgo presente en todas las épocas  históricas parece cobrar su mayor expresión en el artista moderno.

Es indiscutible que también entra en juego el papel de la cultura social y la tradición: una persona  que viva en una sociedad con unas tradiciones y factores culturales, que ha ido adquiriendo,  puede ver algo bello y completamente distinto a lo que pueda ver una persona externa a ese  contexto socio-cultural. Ejemplo de ello sería el polémico tema del toreo, con obras de Goya o  Picasso, en las que una persona (no tiene porque) española puede sentir unas emociones  distintas a las que sentiría otra persona extranjera. 

A partir de aquí, habrá quienes quieran poner en duda la obra de Hirst, incluso de  quitarle la etiqueta de ‘obra de arte’. Habremos de hablar, además, de todas las partes y agentes  que interceden y que tienen relación con la obra de arte. En términos generales podemos  encontrar 3 intermediarios principales: el artista, los entendidos o estudiosos del arte (críticos,  historiadores…) y la sociedad como espectadores.

Damien Hirst
Jeff Koons

La obra de arte necesita de un creador. Podemos señalar pues, que el arte antes que  nada es creación. Con esto llegamos a la figura del artista. Muchos personajes contemporáneos  han sostenido que la denominación de obra de arte nace exclusivamente por intención del  artista (siendo Duchamp precursor), como sostiene Danto: todo es una obra de arte si el artista  lo concibe así. Pese a ello, esto retorna a la idea anterior de la cuestión de las vanguardias: un  arte que nace para la expresión y admiración de todo el pueblo, para despertar en ellos algo, no  debería de justificarse solo por la palabra del artista o recaeríamos en un elitismo soberbio que  ya lleva años impuesto en el mundo del arte. Con esto quiero decir que el arte, como otras  disciplinas vitales, ha de ponerse a juicio, a crítica. Destacamos a los espectadores y a los  estudiosos. Sin embargo, muchos de los críticos contemporáneos aceptan como obras de arte  todas aquellas creaciones artísticas contemporáneas porque tienen miedo al rechazó de la  esfera artística (esto va cambiando poco a poco).

Como ya hemos dicho, el arte conceptual sostiene que el artista es el personaje en el  que reside la soberanía para dictaminar la obra de arte, cuestión que empezó a cobrar  importancia a partir del dadaísmo. Si intentamos sacar nuestra vena poética, podríamos decir  que las vanguardias fueron el golpe de estado que derrocó a la oligarquía de patrones clásicos  artísticos y a través de las cualesse instauró una progresiva dictadura del artista contemporáneo  y conceptual.

Zygmunt Bauman
Jeff Koons

Se nos ha vendido este arte como “la perfecta imperfección”, lo trascendente. Sin embargo,  como nos vuelve a comentar Zygmunt Bauman, el ser humano desprecia la perfección, el que  todo sea siempre igual. Mantiene la idea de que esto no es un ideal, sino una pesadilla. 

Por todo ello, la etapa actual y algunos artistas de la talla de Damien Hirst están pues en crisis  porque transmite una idea estancada: el fin del cambio, el fin de lo nuevo, de la experimentación  y la experiencia, y, sobre todo, el fin de le ética ya que todo no vale. 

Para sostener estos argumentos, en los últimos años algunos críticos han manifestado  su descontento con la situación del arte actual. Entre ellos nombraremos a la crítica de arte  Avelina Lésper, que en varias entrevistas ha manifestado su rechazó a los ‘supuestos artistas’ y  al mercado del arte. Califica de ‘fraude’ a personajes como Damien Hirst o Gabriel Orozco, quien  es el artista mexicano más conocido mundialmente.

Muestra como el mercado del arte ha acabado con la propia experiencia estética del  espectador: pierde el sentido de la expresión, el individuo siente en muchos casos indiferencia.  Por otro lado, aquel que sea incapaz de ver, de apreciar es alguien que “no entiende”, afirmación  que se pone en duda cuando decimos que muchas obras de arte de muchos artistas llevan años  trasmitiendo lo mismo, indiferencia e incomprensión. Otra de las cosas que critica es que ese  vacío que se genera de la incomprensión de la obra se intenta llenar a través de virtudes  verbales, sin embargo, la obra de arte (como la entienden muchos), debería de serlo porque se  entiende por sí misma y no precisa de explicaciones (podríamos estar hablando de literatura y  arte conceptual, propuestas que comienzan a caducarse).

Damien Hirst
Jeff Koons

El arte se encuentra en una etapa confusa dado que solo pueden interceder en él los  artistas, los únicos que pueden ver, en muchas ocasiones, lo qué la obra significa, dejando así  de lado al resto del mundo que empieza, en su mayoría, a aborrecer el concepto de lo que hoy  es arte. 

Llegamos a un momento en el que el arte se ha vuelto de esta forma frío para el resto de la  sociedad: les aborrecen las creaciones de arte conceptual casi inteligibles y que alcanzan valores  estratosféricos en un mercado del arte que se ha convertido en el mejor negocio capitalista que  mucho dista ya del arte en sí. En conclusión, el arte ha perdido su esencia estética y se ha  convertido en un mero objeto con un valor monetario ficticio. Entramos en una etapa de crisis  en lo que lo nuevo se repite hasta la extenuación y marca su fin. ¿Nos encontraremos pues hacia  la transición a una nueva etapa? Que cada uno juzgue por sí mismo sobre los temas hablados y  el tiempo lo dirá. 

Ruben Ortiz Rubio,
Grado en Historia del Arte en la Universidad de Zaragoza
Máster en Gestión del Patrimonio Cultural
Becario en el Instituto Cervantes de París área del Departamento de Cultura y labores de gestor

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