La inteligencia, del latín inter ligare, significa conectar lo que no está directamente conectado. En su forma total, es metafísica, divina. Pero cuando es artificial, se convierte en un artefacto cultural, creado por el hombre. La creación humana, en esencia, es imperfecta.
Los artistas destacan por su individualidad, originalidad y carácter único. Cualquier arreglo artificial de elementos se parece a un plagio, porque lo original es insustituible. El producto de la inteligencia artificial solo puede ser una imitación, como el toque distintivo de Van Gogh. Porque todo lo que une, de manera infalible y sin emociones, proviene de la creación humana. Incluso su forma de conectar es el resultado de un software.
Baudelaire lo señaló: el arte es una batalla en la que el artista siempre es vencido por su artefacto. El uso de la inteligencia artificial en diversos campos, desde la política hasta la medicina, pasando por las artes visuales y la música, se asemeja a una autonomía técnica.
Aquellos que abogan por limitaciones en entidades como CHATJPT y DALL-E a menudo son los mismos que ven progresión en otras disciplinas gracias a la IA. ¡Permitamos que la inteligencia artificial florezca sin censura! Cualquier control eventualmente será superado por la técnica. Nos encontramos en una encrucijada entre la necesidad de emociones humanas, interpretaciones e imperfecciones, y el poder de la técnica. Es una bendición que la técnica esté a nuestro servicio, pero solo debería dominar si persistimos en una mentalidad que elimina todo riesgo, fallo y humanidad, en detrimento del sentido común, la sensibilidad y la inteligencia humana con su síntesis única.
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